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El público de la "chatarra" | El cerebro y la civilización en acción | David Noir | Foto © Karine Lhémon | El generador

Autocivilización: el cerebro es el yunque

La civilización es mejor que la cultura

Es menos un pretexto para el oscurantismo de los pueblos centrado en el folclore de sus logros culturales. En mi opinión, cualquier cultura nunca será más que un pobre folclore frente a la civilización de la autoelaboración.

Semejante afirmación da escalofríos hoy en día, y parece que uno sólo puede ser tachado de derechista peligroso por afirmarlo. Sin embargo, me siento en las antípodas de las definiciones que parecen dar cautelosamente los antropólogos que atribuyen al término "civilización" la capacidad de avivar los rescoldos odiosos del desprecio racial de los pueblos entre sí.

Temer el uso de una palabra es sin duda la peor clase de pseudo diplomacia. El miedo a irritar al otro sólo consigue halagar susceptibilidades diversas de la manera más viscosa. La prudencia en cualquier circunstancia acaba por congelar las relaciones. Entonces es muy difícil dar marcha atrás hacia la libertad de expresión. Así nació la corrección política y sus atrocidades hipócritas.

Civilizarse no depende de la propia cultura y es reducir su impacto aplicarlo sólo a contextos históricos. La civilización del individuo es un acto personal que le lleva a cuestionarse su propia situación entre su salvajismo atávico y su estado de "producto" de su propia cultura. Lo que hace orgullosa a una cultura es también lo que la hace estrecha de miras e intolerante con los demás.

Hermosos ejemplos de ello son los microcosmos constituidos por muchas familias o parejas en todo el mundo, todas las culturas juntas, que juran por su propia ética de clan y el valor de los legados transmitidos de generación en generación. La sublime "transmisión" que hace que el educador parental se sienta orgulloso de su hermosa misión es también la que lleva la SIDA mental la más aterradora de todas, por la esclerosis psíquica que impone. Sólo el verdadero y activo cuestionamiento perpetuo, diario e incesante de uno mismo puede calmar la furia del brutal instinto animal o del formateo bajo influencia, en favor de una templanza reflexiva, personal y única. Fruto de ello es la creatividad singular de cada individuo.

Para un individuo que aspira a ser civilizado en este sentido, es decir, un verdadero artista, el verdadero creador de su propia civilización, autoinvención No es una cultura o una educación lo que cabe esperar, sino su propia concepción del ser humano, así forjada y remodelada día tras día. Ciertamente, no es de una cultura o de una educación de donde hay que esperarlo, sino de la propia concepción del ser humano, así forjada y reforjada día tras día.

El cerebro es el yunque en el que se martillean las ideas. Las piezas más asombrosas no se crean allí a partir del acervo de tradiciones, ya sean civiles, cívicas o religiosas.

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Desnudez y cultura

La civilización requiere la aceptación de la propia animalidad
Mi parte animal | Mi esperma goteando de mi bellota | Captura d'screen © David Noir 2012
con sencillez
Mi parte animal | Mi esperma goteando de mi bellota | Captura d'screen © David Noir 2012
sin miedo
El público de la "chatarra" | El cerebro y la civilización en acción | David Noir | Foto © Karine Lhémon | El generador
El público de la "chatarra" | El cerebro y la civilización en acción | David Noir | Foto © Karine Lhémon | El generador

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

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