¡Violencia, violencia! ¡Yupi!
Yo andaba rebotando por mi habitación con el placer único de golpear a todo el mundo como Alex en "La naranja mecánica" al son de "La urraca ladrona" de Rossini y el 9th del maravilloso Ludwig Van.
¡Una ultraviolencia social!
Incluso hoy en día no podemos evitar vivir en la estela de un mundo que se tambalea.
Artistas defectuosos, artistas demasiado débiles, que fracasan, que son incapaces de cambiar el rumbo de este mundo preso de un terror depredador. Se contentan con entretener, prefiriendo quedar atrapados en un entorno que les es hostil, para "integrarse" como ellos dicen. Cuando hay tanto que destruir.
En términos de conmoción, el gesto de un artista se ha vuelto menos subversivo que el acto menos repugnante de un terrorista estúpido que cree reivindicar su causa. ¡Si eso no hace que te duela el trasero!
Tomado bajo la mirada de los cíclopes, por supuesto su hijo sólo tiene un ojo. Medio ciego, carece de autoconocimiento. ¿Cómo puede nuestra parte más ciega, la que deliberadamente no quiere ver nada, tener alguna lucidez sobre lo que le rodea? Nada puede ayudar. Nada lo hará.
¡Una ultraviolencia poética!
"Destruye", dice. ¿Es eso mejor que llamar a papá, a mamá y lamentarse en familia? Lo grande es que todo va mal, pero al final parece que todo va bien, tanta alegría jubilosa alimenta la creación. "No es broma", como habría dicho Grock. Viva el catolicismo imperecedero de la bonhomía de los gentiles creadores. ¡A las armas, a las urnas, a los aseos ciudadanos! Formad vuestras subvenciones, marchemos, marchemos...
¡Yupi! ¡Yupi! Y alegrémonos de la inocuidad del arte y de los artistas.
Odiar es resistir; así que si, si -actrices impares- tendrán mi odio, lol lol lol, mdr, muerte de risa...