Exposición del cuerpo | Foto © David Noir
Autorretrato | Foto © David Noir

Esencialmente desnudo: prefiriendo la exhibición del cuerpo a una determinada apariencia

Cultura de la desnudez | Cultura de la desnudez

Observo con recelo a los que hablan con facilidad exhibicionista pero nunca tienen la sencillez de exponer sus cuerpos desnudos.

Siempre he odiado la escritura, y más aún los libros, que son considerados por los ilustrados como verdaderos objetos de culto. Hoy, ambos me son indiferentes. Durante mis días y mis noches, me absorbo por completo en esta indiferencia que ahora los hace habitables, útiles, a veces necesarios.
No creo que haga falta decir mucho más hoy sobre un tema que conozco demasiado bien y que, por ser tan obvio, es fácil de leer en mi vida, a fin de cuentas sencilla.

La de una antivocación forzada, chantaje y tortura psicológica bajo el yugo de la vanidad de un padre en busca de filiación genial y para quien quien no lee ni escribe sólo puede ser un individuo carente de luz; un tonto. Hablar más de él sería hablar de él, de mi padre, una vez más. Bueno, eso lo dice todo para mí. A partir de ahora, y mientras pueda recordarlo, tendré que conformarme con este falso don. Lástima.

Los textos, las palabras, las frases, sólo he llegado a amarlos cuando los llevan cuerpos de la más inmediata desnudez.

Los sexos desnudos dicen las palabras de un discurso con mucha más elocuencia. Así es como me gustan. Incrustado entre los dientes de una boca, expulsado por el agujero de un culo.

El pensamiento nunca es más refinado que cuando es despojado de su ganga de apariencia.

Por eso me interesan tanto las palabras de nuestro lenguaje cotidiano como desconfío de ellas.

Así que no salgo con políticos, ni con grandes oradores. No quiero viejos amigos con los que charlar sin haber visto el cuerpo; no quiero bonitos recuerdos familiares, pero sí quiero explorar la memoria de lo que hago. La de mis sentidos; la de mis contradicciones.

Mantenida de niña en la ignorancia del mundo real, de los encantos y peligros de socializar con los demás, mi debilidad de carácter, que algunos llamarían mi afecto por mis progenitores, me impedía ir más allá de esa barrera de coral brillante y artificial conocida como trato social.

Empapado en la cálida laguna de una existencia egocéntrica, me convertí en un caparazón que se desarrollaba lentamente. Sacado de mi caparazón por una existencia puesta en movimiento, como un mejillón forzado a abrirse, sumergido en el baño burbujeante de la vida que golpea, no podría aferrarme a otra roca por mucho tiempo en un flujo tan rápido.

Habiendo comprendido esto en profundidad, hoy me dispuse a ir a la deriva a mi antojo, demasiado pequeño para intrigar a los tiburones, demasiado crecido para arriesgarme a pasar por las barbas de una ballenaEstaba demasiado desnudo en el día a día para ser despojado de mis ventajas adquiridas.

Desnudez y cultura

La civilización requiere la aceptación de la propia animalidad
Mi parte animal | Mi esperma goteando de mi bellota | Captura d'screen © David Noir 2012
con sencillez
Mi parte animal | Mi esperma goteando de mi bellota | Captura d'screen © David Noir 2012
sin miedo

Mi pornografía

Mi prodigioso espacio mental