Los animales sueltos
Una oda a la exposición en forma de viaje iniciático. El universo fantástico de un hombre sometido a su sexo y su viaje hacia su deseo de desnudez.
dios
Una oda a la exposición en forma de viaje iniciático. El universo fantástico de un hombre sometido a su sexo y su viaje hacia su deseo de desnudez.
He dicho lo que tenía que decir. Hice lo que tenía que hacer. No le debo nada a nadie. El sabor correcto me rompe las pelotas.
El intercambio no es un proceso que se conforme con la convivencia superficial. Sus posibilidades son tan frágiles como el deseo que las origina.
Optar por el arte es elegir vivir bajo el dominio totalitario de un dios sumiso; uno cuyo gobierno llega por absorción de quien lo domina.
Denostar la exhibición sexual es negar la realidad del coito, la más banal de nuestras realidades, en favor de un autoengaño, la madre de todas las violencias.
Me importa un bledo la vida emocional y social de mis contemporáneos. Por último, si lo permites, ¡degenero en paz!
El verdadero individuo, al aventurarse fuera de su habitación de aislamiento, se desmaya al contacto con el aire. Se niega a encarnarse de forma legible en sus palabras y actos
¿Cuánto durará la indignación en su flamante expresión cuando al día siguiente volvamos a obedecer y negar nuestra identidad?
A veces es doloroso... necesariamente doloroso, los iconos referenciales. Y a veces a pesar de ellos. Todos los dogmas apestan; no todas las personas.
El amor es como un mineral enriquecido. En su estado puro, destruye el ser más profundo. Mantenerlo a raya no es egoísmo, al contrario.