Esta primera producción de una serie de ficciones burlescas o antificciones que pretendo que sean largas y con cajones, es un reflejo del imaginario que me habita. Las situaciones breves y burlescas, de doble filo, multiplican los significados que inspiran los títulos. Todas ellas tienen que ver de forma sencilla y evidente con nuestro mundo, tanto íntimo como externo a nosotros. Demuestran que cuanto más literales y primarias son las traducciones del significado de nuestras acciones y pensamientos, más eficaces resultan a la hora de plasmar el mecanismo de nuestro comportamiento y el entorno onírico en el que nos baña el lenguaje.

Hay una cierta emoción en ver la profundidad del "traje sucio" de un juego de palabras o de una ilustración literal, que a menudo resulta tener un impacto eminentemente más preciso y duradero en nuestra receptividad que un análisis autocomplaciente. Al final, funciona un poco como la música, sin calcular del todo los caminos que toma más allá de la apariencia de lo que resuena. En cualquier caso, es una de las puertas, junto con la desnudez infantil que suele acompañarla en mi caso, que elijo para usar y abusar de los pasillos a los que conduce. Mi objetivo: tirar por los pelos a un gran títere desarticulado e incoherente que nos representa para arrastrarlo ante vuestros ojos... amigos, enemigos, desvergonzados, distantes, mirones, divertidos, interlocutivos, cómplices... bueno, seréis vosotros quienes lo digáis.