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David Noir | Elegir entre la idiotez y la inteligencia | Foto © Karine Lhémon | Espace Jemmapes

La velocidad de mi luz

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¿De qué está hecha mi inteligencia?

La pregunta resuena con fuerza en mis propios oídos.

Sin embargo, no es tan filosófico como parece, porque conduce inevitablemente a un callejón sin salida, ya que la sustancia no es una cantidad medible, sino las cualidades específicas de esta inteligencia.

Mi primera pregunta, que creo que cualquier criatura consciente puede responder, sería por tanto:

¿Cuál es mi inteligencia hoy?

Y el que viene inmediatamente después:

¿Cómo se modifica, moldea y estimula con mi tiempo?

Estas preguntas nunca me han parecido tan actuales. ¿Por qué "actual"?

Porque se "actualizan" diariamente. Mi cerebro me da la sensación de estar "actualizado" cada mañana que abro los ojos.

Internet, por un lado, sigue siendo él; siempre él; y por otro, se hace eco de las voces que me traen las noticias en forma de información. Las noticias, dicen.

A medio camino entre estas redes, mi cabeza.

David Noir | Elegir entre la idiotez y la inteligencia | Foto © Karine Lhémon | Espace Jemmapes
David Noir | Elegir entre la idiotez y la inteligencia | Foto © Karine Lhémon | Espace Jemmapes

Así que cada mañana y durante la noche, más que nunca, está pululando. Nunca se detiene. Es atacada por estímulos de ansiedad y excitación que provienen tanto de mi proyección hacia "el mundo" como de su intrusión en mi microesfera.

En mi paisaje, nada de ficción; no más ficción durante algunos años. Me refiero a los que son inventados por otros y que ocupan casi todo el espacio del arte en el mercado. Se han desintegrado con la ilusión de los lazos y los señuelos del apego.

Hoy en día, la ficción me parece un simple trampolín para los niños que quieren entrenar su cabeza y sus ojos. Son los primeros motores del cohete. Los utilizados para el despegue. Tienen que arder durante el tiempo necesario para poner al individuo en órbita. Las fricciones, las ficciones laboriosas de la imaginación humana y las imitaciones de la realidad me resultan radicalmente inútiles. Hay mucho más asombroso en otra parte; en el perímetro de mi mente; en su superficie sensible, interfaz con el mundo donde se alimenta de este real, también ilusorio, o lo que parece ser similar a él. Allí, mi cráneo arde a gran velocidad y consume su caparazón, a la espera de hacerse añicos, un día, cuando la materia blanda de mi cerebro pueda flotar lejos del mundo, en el espacio abisal de las mentes ectoplásmicas puras.

¿Es la combinación de la agitación tecnológica, mi continuo trabajo en solitario y mi envejecimiento lo que me lleva a estas percepciones?

Porque cada día me parece ahora totalmente diferente al anterior por el paso que mi evolución se otorga durante estas últimas 24 horas y a la vez absolutamente similar al del día anterior. Y es que nada o casi nada parece importar ya, aparte de las sensaciones decadentes de estos estímulos cerebrales. Mi cuerpo no se queda fuera. La presión se renueva, cada día se materializa en forma de pulsaciones internas que me empujan a producir contenidos. Pero lo destacable no es tanto el contenido en sí, ni mucho menos, de lo que escribo, proyecto o dibujo, como la nueva consideración que tengo por este material. Aquí se produce un fenómeno especialmente inédito para mí.

Anteriormente, podría haber pensado en el "trabajo", de forma un tanto tonta, ya que los museos proponen de plano una visión de la vida orientada al arte (No me gusta la palabra "dedicado" que se usa tan a menudo, porque hay muchas otras cosas que uno hace en su vida que el arte, a menos que todo entre en él; en cuyo caso, habría que decir "vida" y no "trabajo".).

Desde el advenimiento de Internet (aunque la expresión esté sobreutilizada, me parece adecuada porque se trata a la vez de un reinado y de una época que comienza), es decir ayer, el "trabajo" ha tendido a desaparecer en favor de la "participación en los flujos" de datos humanos. Esto, en mi opinión, es lo que cambia la relación de la creación con el mundo. La creación de una obra seguía siendo válida hasta principios de la década de 2000. Era una herencia de toda la historia de la humanidad, en cuya filiación aún se podía intentar inscribirse. Mientras escribo esto, ya no tiene sentido para mí. El resultado es la obsolescencia instantánea de las creaciones que se creen en la continuidad de esta lectura de la historia. Los veo pasar y estallar en vuelo como meteoros incandescentes detrás de mi ventana, antes de que haya tenido tiempo de vislumbrar sus matices y lo que los hace diferentes.

Somos individuos aislados atrapados en la misma tormenta de electrones; todo mi cuerpo sigue el movimiento de la tormenta y para mí es bueno.

A través del cable eléctrico, me escapo.

David Noir | El templario de Frankenstein abatido | La esperanza en la inteligencia del creador abatida de repente | El vellocino duerme | Foto © Karine Lhémon | El Generador
David Noir | El templario de Frankenstein abatido | La esperanza en la inteligencia del creador abatida de repente | El vellocino duerme
Foto © Karine Lhémon | Le Générateur

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

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