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Libertad de expresión de un "Sans-culotte" | Visual © David Noir

"Libertad de expresión" y repugnancia

Ah, está bien, está bien, está bien...

No quiero ser un piscis ni escupir en la sopa, ni mucho menos. ¿Qué sopa? La sopa de la solidaridad nacional.

Tanto más cuanto que pienso en ellos de la mañana a la noche, en mis queridos conciudadanos.Tengo la impresión de que estoy participando en este impulso, mientras se supone que estoy en la preparación final de mi proyecto de creación, solo con mis bracitos, y que más vale que me ponga a ello, sobre todo al final para añadir agujeros a mi cinturón más que para suavizar mi relativa comodidad, lo sé de antemano. Pero ahí está la cosa: todo lo que vengo pensando desde hace años sobre "nuestro" tema es tan central que no puedo evitar que me echen de la cama como un zebulón (sí, recordarán, una alternancia de toutnicoti y tournicoton que recuerda ferozmente el comportamiento de nuestra especie) para lanzarme ávidamente al teclado, post-it, cuaderno, hojas sueltas, cualquier cosa que me permita descargar esta tensión cerebral y física mezclada con emoción, fastidio, ira, urgencia, que finalmente termina en agotamiento. A mí también me parece una guerra, pero no es una guerra porque, acostumbrada a sí misma, declarada desde hace tanto tiempo, sólo es lo que llamamos "revuelta".

Pues bien, habiendo perdido ya el tiempo de un prólogo inútil, voy a compensarlo sintetizando lo más ajustadamente posible lo que tengo que decir (no se llaman posts de humor), escribiendo tan mal como un periodista, cometiendo tantos errores como un bloguero estúpido como hay tantos.

Así que el tema de mi irritación: Por favor, dejemos de utilizar expresiones erróneas y en un imbécil copia y pega, dejemos de resumir en eslóganes pensamientos y conceptos cuyo alcance nos sobrepasa... etc... etc.

Hay tanto que decir y es tanto el tema perpetuo que me acompaña desde hace tantos años: la cobardía, el seguidismo, la deshonestidad, la falta de carácter... que intentaré reservarme un poco para tener algo que decir para el espectáculo. Sin embargo, en lo que a mí respecta, después de la sensación de horror, o tal vez todavía alimentada por esta sensación, mi olla hierve, se desborda, se atasca la tapa.

Los franceses descubren un nuevo eslogan

"¡Libertad de expresión!"

¡Eso es genial! Y lo voy a untar, voy a hacer gárgaras con un montón de cosas buenas en mi boca y en mis dientes. Una verdadera poción mágica para Astérix.

No, no existe la "libertad de expresión", al igual que existen límites a la libertad, se llama ley. Así que hablemos de la ley, de nuestras leyes; ayudará a definirlas para responder a los niños menores de diez años, atrapados en la confusión y a los que los profesores parecen tener dificultades para responder. No hay "libertad de expresión" en un estado de derecho, al igual que no hay libertad de acción, de lo contrario no habría necesidad de definir "la ley". Se podría replicar que habría que decir con más precisión: "no hay libertad total "Así que añado, sí, eso es: la libertad total no es concebible en un estado de derecho y actuar o hablar con impunidad no está permitido. Que se entienda que mi objetivo aquí no es encontrarlo correcto o incorrecto, sino simplemente decirlo. Me refiero a las "palabras", a nuestras palabras y al modo en que las elegimos, todos nosotros, los medios de comunicación, los políticos. Llegados a este punto, tengo que derribar algunas puertas abiertas; lo hago sin orgullo ni vergüenza, ya que parece que todavía estamos ahí, al menos en lo que se refiere a nuestras reacciones cotidianas escritas y orales. Por desgracia, no estamos filosofando todos los días cuando creemos que estamos debatiendo. Para ello, tendríamos que redefinir las "palabras", que son tan importantes, incluso y sobre todo para los hablantes de una misma lengua que suponen que se entienden al utilizarlas. La prueba es que no lo hacen. Está escrito en la ley que es un delito glorificar (es decir, expresar públicamente de forma más o menos proselitista) el odio (no sé si los textos especifican "racial" o no), el terrorismo, el antisemitismo... Todo lo cual me parece en sí mismo muy lógico para la cohesión del famoso "vivre ensemble" (otra expresión de moda cuyo cliché retomado me hace vomitar, pero bueno...). Una vez más, que nadie me diga que estoy defendiendo algo aquí, salvo un pensamiento que me gustaría que fuera sano, o que estas pocas líneas son tendenciosas; eso sería un mal juicio. Puesto que existe la libertad de expresión, la utilizo aquí para decir que existe, pero que no es total, sino relativa, y que por lo tanto es inadecuado y extremadamente reductor y peligroso designar "La" libertad de expresión. En nuestro país hay "Una" cierta libertad de expresión; sin duda suficiente; sin duda necesaria; sin duda la más libre del mundo, pero no "La".

¿Por qué creo que es tan importante criticar esto? punto de detalle ? En primer lugar, porque nuestra sociedad parece estar empezando por fin a pensar a escala global, lo que me parece estupendo en sí mismo si todo el mundo se implica realmente en ello más allá de la cafetería. ¡Uf! Por fin, desde 1968, la cabeza colegiada se ha visto obligada a pensar y a agitar sus neuronas, pero en realidad esto no es más que un pequeño comienzo, ya que nuestros cráneos y cuerpos han parecido irremediablemente esclerotizados por la morosidad egoísta. Uno no puede más que entristecerse, aunque haya pocas posibilidades de que aprendamos de ello, de que hagan falta asesinatos a nuestras puertas para despertar nuestras conciencias. En cualquier caso, como sabemos, no se gana nada. Incluso ahora, desde el punto de vista de las reflexiones que hay que mantener y llevar a cabo, es cuando se hará verdaderamente difícil.

Entonces, y todavía para responder a por qué tengo que puntillar sobre las palabras: pues porque en esta verdadera agitación emocional y reflexiva, el camino real de la beatitud de la mente se traza con tópicos y la manipulación de las ideas como tantas palas de obra burdas. ¡Mierda! ¿No sabemos en algún lugar de las altas esferas y de los medios de comunicación oficiales que el pensamiento es un paisaje frágil y maleable? Sí, por supuesto, desde que existe la comunicación, lo sabemos muy bien.

Así que volvamos a esta historia, que es un delito usar palabras, escribir, llamar, incitar o hacer juegos de palabras que se consideran tendenciosos y que tienen una influencia deletérea. Hay que tener en cuenta que durante mucho tiempo nos pareció que sólo los actos eran susceptibles de condena efectiva. Cualquiera podía, por ejemplo, demandar a alguien por haberle insultado o difamado, pero quedaba a la discreción del individuo o grupo de individuos afectados el presentar una denuncia. En estos casos, el Estado no se inmiscuye en asuntos considerados privados. Pero desde entonces ha aparecido la web. Y allí, todo circula a la vista. Ahí radica su interés y su peligro. Un desfile permanente, un burbujeo de tonterías infames tanto como de conocimientos particulares y excepcionales. En consecuencia, el pensamiento estatal se involucra más abiertamente de lo habitual. Hay que señalar que hasta ahora estos conocimientos también existían en los libros y que bastaba con obtenerlos para acceder a ellos. Eso no es lo nuevo. La verdadera novedad de Internet es el foro y los comentarios en caliente. Un teclado, un clic de ratón y tanto lo sublime como lo estúpido se expresan y se lanzan a la masa (a la trampa debería decir). La cosa está hecha; se graba inmediatamente en la mente del lector; es irrecuperable. Curiosamente, la descripción que acabo de hacer del gesto básico del internauta activo es muy similar al que Don Basilio alaba jubilosamente en El Barbero de Sevilla: la calumnia. Una vez desatado, corre, corre... se hincha y explota en un trueno a la vista de todos.

Así que no existe "La", sino "Una" libertad, Una democracia. Todo es relativo. Por tanto, no debemos hablar de absolutos, sino de puntos de vista. Antes de que una prohibición se convierta en una prohibición, es un punto de vista. ¿Qué más da decirlo? Bueno, casi todo. ¿Por qué? Porque al afirmar la arbitrariedad o el carácter relativo de una ley, se asume también abiertamente lo que ésta puede presentar como injusto o desigual (el famoso doble moral que parece molestar con razón a algunos niños sobre el tratamiento de las opiniones de los demás según su origen, cultura o creencias). Haciendo esto, uno se vuelve creíble, incluso con respecto a los que no están de acuerdo, en lugar de querer enfarinar (un sentimiento humillante que es la fuente de la peor violencia) a los oponentes, a los incrédulos, a los frustrados por tal barrera a su conciencia. Esto se llama autoridad.

La verdadera autoridad -me refiero a la que se ejerce no con el único fin de reprimir, sino de orientar- tiene el deber de asumir siempre plenamente que se impone porque cree que es la dirección correcta. Por lo tanto, debe aceptar las críticas y el descontento que suscita, pero dando siempre una explicación plausible, accesible y racional de su origen. En mi opinión, ésta es la definición de un padre responsable que no debe dejarse avasallar y que, al mismo tiempo, debe guiar hacia una existencia más segura y propicia para el desarrollo, la realización y, sobre todo, la elaboración de una conciencia autónoma.

No tengo hijos, ni en mi vida ni en mis clases, y sin duda es más fácil decirlo que hacerlo, sin embargo me parece bastante factible con corazón, palabras adaptadas y método. Un Estado sigue siendo un padre necesario para una sociedad civil tan infantil como la nuestra: yo soy Charlie, ¿verdad? Y al día siguiente, tú, que nunca habrías echado más que una mirada despectiva, a juzgar por la tosquedad de su contenido, a este pato más bien triste al final de su vida, ¡te apresuras como el primer día de las rebajas a adquirir este ya mítico ejemplar! Y aquí de nuevo salen a relucir las palabras de revés: tienes la desfachatez de justificar esta inversión oportunista y grotesca llamándola campaña de solidaridad ?!

Libertad de expresión de un "Sans-culotte" | Visual © David Noir
Libertad de expresión de un "Sans-culotte" | Visual © David Noir

Así que escúchame, amigo Charlie de la última hora, te lo digo, nunca lo he sido y no necesito serlo para ser doscientas mil veces Charlie a mi manera desde que lloro y me burlo de la mediocridad de mi especie: Todo lo que quieres en este momento, aún sin saberlo, es formar parte de la historia, tener tu pedacito de ella, simplemente colgarlo en la pared, ponerlo en un cajón y poder decir "yo estuve allí". Cadavérico o no -y es mucho peor-, como siempre, sólo te estremeces ante el riesgo que correrías de no estar a la moda, de no haber llegado al lugar (no muy lejos de casa, de todos modos) donde tienes que estar absolutamente.

Querido amigo, no hay palabras para expresar mi disgusto contigo. No te mereces nada de la comodidad que debía liberar tu mente y tu mano, que te bajó del árbol y rodea tu vida actual, porque no sabes hacer nada con ella. Sinceramente te vomito y, sin embargo, yo, que no soy terrorista, te compadezco a ti y a tu mediocridad de tanto que me afliges, de tanto que me haces daño por ser tan superficial, tan convencional, tan estúpido.

Te culpo por la cobardía de tu opinión, que actualmente se nos vende como un valor. Dios mío, qué uso de las palabras !

Un trabajo así, imagino, haría temblar a un caballero medieval, a un grognard del Imperio, quizá incluso a un soldado profesional de nuestra historia contemporánea. Un poco de decencia, una vez más, por piedad. Nos gusten o no sus dibujos, los dibujantes que firmaban sus caricaturas y los que aún las firman eran y son, tal vez inconscientes, ciertamente provocadores, pero sobre todo mostraron y muestran una audacia y una resistencia excepcionales frente a las amenazas. Lo mismo ocurre con los policías, que imagino que no se hacen ilusiones sobre los riesgos que les impone su profesión, y con algunos rehenes cuyo increíble coraje suscita mi admiración. Pero tú, vulgar campesino, insoportable veleta, grotesco consumidor, no eres nada, no mereces nada, ni beneficiarte de una tecnología que otros han desarrollado y que ahora te imponen, ni abanderar ideas que nunca te has arriesgado a tener por ti mismo. Todo lo contrario de lo que se dice de ti hoy, eres un colaborador de corazón. Te mereces a Petain, a Mao Tse Tung y a los demás, y punto. Ya lo has demostrado. Tristemente, digo que lo probarás de nuevo. Porque así es el hombre en su animalidad justamente temible y no se me ocurriría reprocharle si no tuviera la pretensión de ser Humano. No, es cierto, a mis ojos, que no mereces la muerte violenta y arbitraria de una basura yihadista para castigarte por ser tú mismo un yihadista. Me compartes, ser humano. Me has estado cortando desesperadamente desde que te conocí. Peor aún, desde que me di cuenta de que yo también pertenezco a su grupo. Me divides incesantemente entre querer matarte sin pestañear por tus asquerosos reveses, por tus compromisos con la integridad que dices tener, por el daño que te haces a ti mismo y al mundo. Pero en el momento en que alzo el brazo para descargar mi rabia sobre tu repugnante carcasa, que en este momento se estaría meando de miedo, lo dejo caer hacia atrás, me derrumbo sobre mí mismo y lloro por tu debilidad y la mía, porque me tocas a pesar de mí mismo, en mi carne, más allá de los géneros, las convenciones sociales e incluso las inteligencias. Me digo que aunque tenga que prescindir de ti, me gustaría llegar a quererte, a sentirme menos sola; a tener camaradas con los que reír. Pero, como la criatura escaldada nacida a manos del Barón Frankenstein, sé que sería una ilusión a partir de ahora apostar más que una mirada intercambiada por la profunda empatía que podría unirnos. Simplemente sé que eres inconstante y que el esfuerzo no es tu amigo. Sólo piensas emoción, razonas emoción, crees emoción, valoras emoción. Excepto que tu hermosa emoción, pobre mierda narcisista, tan ineludible que debe ser escuchada y respetada sin cesar, todos sabemos, excepto tú, que cambiará mañana, si el sol es hermoso, si la lluvia nos arrasa. Desafortunado ser de carne, sólo eres eso y tu desgracia de ser un animal se duplica con la calamidad de una conciencia débil. Entonces, en todo el mundo, los dirigentes, los soldados, los asesinos, los terroristas, todos los que os gusta armaros más allá de lo razonable... ¿pensaréis alguna vez en renunciar a vuestro juguete favorito, en perdonar la carne, la carne que tanto sufre? Cuida tu neurosis, estás hecho de la misma madera que las víctimas. Y jurarán, estoy seguro, con algunas excepciones, cerrar sabiamente la boca cuando llegue el día, porque no se han tomado el tiempo de pensar introspectivamente y meditar. ¿Y cómo se les puede culpar? ¿Cómo no entenderlos? Sí, todo el resto del tiempo. No cuando pretenden darse alas con una inyección de ilusión en el espejo una mañana. No cuando gritan "¡Ciudadanos a las armas!" y luego no saben la diferencia entre hacer cola por Justin Bieber o Céline Dion y querer mostrar su apoyo u ofrecerse como símbolo de libertad en la puerta de una papelería. Habría sido una pena que una bomba hubiera estallado delante de un quiosco. ¡Los terroristas son tan estúpidos! Una idea cada 14 años. ¡Uf! Así es.

No existe una personalidad unívoca, sino dualidades múltiples, ambiguas, contradictorias y profundas, según las circunstancias, atrapadas entre los miedos viscerales, el proteccionismo del clan que protege, la sumisión y el borrado de la palabra individual a cambio de un techo y una vida salvada.

El terrible Jeckyll y su Mr. Hyde serán siempre el enemigo acérrimo del utópico y patético monstruo de Frankenstein. Eso es triste y así es. Pero no me digas que tengo que renunciar a mi odio -nunca utilizaré más que palabras para expresarlo- porque de repente es un sentimiento deshonroso cuando sólo es un componente entre otros de nuestro ser. No me digas que mi odio no es bueno, que no tengo derecho a él, cuando es vital que lo sienta hacia una especie que miente tanto sobre su realidad. No me digas que hay sentimientos buenos y malos en todas las circunstancias, a menos que cambiemos todas nuestras bibliotecas de filosofía por el Reader's Digest de Walt Disney. ¿Hablas en serio? ¿De verdad crees que amputar uno de nuestros componentes vitales naturales nos haría crecer? La moral no es la naturaleza. Al igual que con la ley, asumamos que es una privación necesaria para la convivencia sin plantearla como un postulado ético aparecido de la nada como el embarazo de la Virgen María. Cuando escucho el discurso político y mediático, cuando leo las reacciones en Internet, me dan ganas de gritar a Ricardo III, al rescate ¡! ¡Dame un adulto para mi reino!

El impulso y la solidaridad nacionales no requieren seguir un movimiento colectivo para estar unidos en él, sino ser individual y originalmente uno mismo más que nunca, para inyectar algo de complejidad -algunos dirían "riqueza"- en los engranajes del motor de la máquina.

Mierda, más energía gratuita que no me alimentará ni pagará mi alquiler. Me había jurado a mí mismo que sería breve. Realmente tenía algo más que hacer. Una pena, pero esta vez no voy a corregir los errores. Es cierto que nadie me preguntó nada.

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Sylviane

    ¡Hola David!

    Me han gustado mucho sus dos artículos anteriores, he preparado un borrador de respuesta,
    los días pasan y se me acaba el tiempo...
    Espero presentar mi texto pronto.

    Todavía no he leído este tercer artículo, sólo lo he imprimido para leerlo con calma.

    Gracias por escribir, su primer artículo me calentó el corazón,
    Me sentí mal, incluso con náuseas,
    Me sentí un poco solo al no querer manifestarme,
    Desde entonces he conocido a otras personas que son un poco como yo...

    Sylviane, exploradora-funambulista,
    que no paga el alquiler pero se las arregla para comer.

  2. Jean

    Gracias por poner las palabras adecuadas a mi ira conscientemente mal definida pero físicamente profunda; fue un alivio tan grande como los mudras de mi amigo Luc.
    Jean, un boulangiste paladeando el oeste de París a la espera de encontrar una cumbre (o un agujero) en el Macizo Central, el único lugar conocido para escapar un poco de todo esto...

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