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Mobil'Homme (Slideshow) | Valor o ausencia | Foto © David Noir

El valor o la falta de él

Una cosa importa. Sólo una cosa. La única realidad que cambiaría el mundo. Valor. No la valentía que se limita por estar caracterizada: política, de opinión, de ideas... No la "buena" valentía que se desea entre el tendero y el cliente por cortesía o entre los empleados en el cambio de estación en el metro, para ayudarles a afrontar una jornada de trabajo que parece tediosa. No, el coraje sin nada más a su paso que lo que su único significado presupone: superar el miedo a defender lo que uno es, lo que uno cree, lo que uno aspira a salvar frente a una amenaza decidida.

El resto viene de lejos, detrás o a partir de él. Es la principal virtud sin la cual nuestro mundo es lo que siempre ha sido: un caos de injusticia, violencia y terror, inventado, histerizado desde cero, como si las meras realidades de la muerte y la enfermedad, las meras necesidades de calor, protección y alimentación no fueran suficientes para hacernos la vida difícil.

El valor es un tabú, y cada uno tiene su propia manera de convencerse de que no está completamente desprovisto de él.

El mayor de los tabúes, de hecho, tan vergonzoso es no mostrarlo.

Un tabú tan inmenso que cubre la totalidad de las mentiras que nos permiten vivir cada día. Modificar su significado ya es debilitarlo y es un delito en sí mismo.

Pocos son los que la llevan de forma natural, a menudo sin haberla buscado conscientemente, a fuerza de maltrato, casi insensibilizados al riesgo mortal del peligro. ¡Los afortunados! Están demasiado cansados de ello y lo arriesgan todo cada día, aunque la muerte, el crimen o el asesinato estén al final.

Para los demás, tendremos que aprender. Hay que aprender, pero ¿se puede aprender sin el terrible dolor de la negación experimentada antes, en muchas ocasiones, y contra la que se ha encontrado la fuerza para resistir, quizás con fatiga? Sin duda, un embrión de este valor ya estaba allí entonces; quizás al precio de la muerte insospechada de un ser que no habremos tenido tiempo de ver aparecer.

Todos esos otros, esos, nosotros, no tenemos nada que decir. Sobre todo para no hacernos existir con comentarios de aliento para quienes han pagado con su vida la audacia de su valor. ¿Qué puede ser más repugnante que simpatizar cuando uno no ha arriesgado nada? Tanto en el escenario como fuera de él, los comentarios me dan asco. Es la cafetería de los que siempre serán espectadores del mundo que contribuyen a hacer aún más morboso con sus chorradas.

Es mejor guardar un silencio deferente y mirarse al espejo. No, nada cambiará en este mundo porque no somos capaces de tener valor, eternamente y en todas las circunstancias. Por lo tanto, no valemos nada en comparación con lo que pretendemos ser. Ni siquiera merecemos legítimamente este lenguaje que nos permite pronunciar palabras e ideas tan retorcidas que, en verdad, no podríamos transformarlas en acciones aunque quisiéramos. En la era de las redes sociales, el mundo debería estar en silencio. Hacer una gran playa de silencio para no volver a expresarse.

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

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