Sí, somos puritanos; ni más ni menos que los que los representan o encarnan para nosotros; nos reconocemos más que en ellos
Cassandre | Alexandre Wong | Arte escénico y lino sucio
Comparte este artículo

CASSANDRE

ARTE ESCÉNICO Y ROPA SUCIA

Los puritanos por David Noir y El Cabaret de las Ninfas Mutantes de Élodie Abd El Kader y Romain Apelbaum fueron programados conjuntamente por el Lavoir Moderne Parisien en marzo-abril de 2000. Está prevista una reposición de Les Puritains en el mismo lugar.

Estos dos espectáculos responden a un mismo espíritu: el de divertir de forma franca, directa, popular, simpática, grosera, licenciosa, con la energía del bufón, del domador, del cantante de rock, del cantante de cabaret, del cuentacuentos. Entretener aquí no es aburrir a los habituales de las "obras" que vienen a buscar un poco de calor de unos actores dinámicos. Entretener es alejar al público o transportarlo a otro lugar; es hacer que el escenario y el teatro sean inadecuados, no aptos; no se entretiene encerrando, instalando. La mutación o metamorfosis de las Ninfas de Élodie Abd El Kader y Romain Apelbaum, la exposición íntima y literaria de los Puritanos de David Noir reclaman un espacio imaginario o inconsciente sin límites, un espacio común que no deje al espectador fuera de juego. El viaje de iniciación de las ninfas, los problemas sexuales de los puritanos, tienen que ver con nosotros. Sí, somos puritanos; ni más ni menos que quienes los representan o los encarnan para nosotros; más que reconocernos en ellos, nos sostenemos como tales. El actor no es nuestro doble ni nuestro reflejo, el que nos hará tomar conciencia de nuestra situación, el espejo, por fin limpio de nuestras manchas; no nos enseña nada; ya sabíamos todo lo que se iba a decir.
¿Qué sentido tiene esta falsa provocación, este cuestionamiento de nosotros mismos por parte de quienes juegan a imitarnos? Nada. En el espacio que comparten estos dos espectáculos, tanto para los que juegan como para los que miran, todo está dicho; ni los mensajes ni los gestos remiten a otra parte de lo que ya existe. El entretenimiento, al transportarnos a un espacio público y abierto, no nos distrae de nuestra condición de hombres mortales y sexuales.
Esto es algo que merece ser perseguido y profundizado: un ataque gratuito -sin intención didáctica- a lo que se llama público, un ataque a una comunidad de hombres que ya no iría al teatro a encerrar sus placeres y dolores. Lo que se cuestiona es la concepción arquitectónica de los teatros que heredamos de un siglo XIX íntimo, enclaustrado y egoísta. No hay quien venga a ver y quien no. Un teatro es un lugar transparente, ofrecido, que debemos frecuentar sin aprensión, sin la preocupación de gastar demasiado en algo que puede no valer la pena. Probar un espectáculo como probarse una prenda de vestir, tomarla o dejarla, dejarse tentar: este es el lenguaje bajo y vulgar que se ajusta a lo que queremos decir.
Desafiándonos, insultándonos, perturbándonos, divirtiéndonos, convirtiendo nuestra apatía en buen humor, despertando nuestro interés por la carne, los puritanos de David Noir y las ninfas de Elodie Abd el Kader y Romain Apelbaum consiguen dialogar con nosotros, hacer que no seamos meros mirones que salen indemnes de la prueba o de la confianza de nuestros impulsos. Por un momento tenemos la impresión de pertenecer al mismo mundo, de que también nosotros, pobres espectadores, podemos metamorfosearnos en ninfa o romper los tabúes de nuestro puritanismo. Todo ello sólo es posible mediante el contacto, la intrusión y la transgresión por parte de los actores del espacio público. Es en esta confusión de los límites convencionales donde hay algo en juego. No es necesario que el actor actúe desde el interior de la sala ni que el espectador sea arrastrado al escenario para que se produzca la confusión. Todo está en la intención, en la orientación de las palabras, de los gestos y de las miradas: se nos dirige, se nos convoca; somos los interlocutores privilegiados, el sujeto de una obra que no cuenta nada, que no tiene historia -ni principio ni final-, que no se repliega sobre sí misma, que no está hecha para la posteridad.
En el centro de estos dos entretenimientos hay una escritura poética expansiva, lírica, eruptiva y convincente, sentida o intuida. Rehabilitación de una poesía teatral que no busca sus referencias en un pasado venerable. David Noir, más que Élodie Abd El Kader y Romain Apelbaum, ha asumido el reto de basar su puesta en escena en sus palabras, sus imágenes, sus claves verbales, el entretenimiento al servicio de la poesía.

Alexandre Wong CASSANDRE JUNIO - JULIO - AGOSTO 2000

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.