El teatro mete las garras
Cassandra | Alexandre Wong | El principio de la economía
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Cassandra

 

El principio de economía

par Alexandre Wong
N°47 Mayo - Junio 2002

EL TEATRO MUESTRA SUS GARRAS

(pie de foto/ Dibujo: Alexandre Wong)
Tristeza y admiración. Es difícil no tener estos dos sentimientos ante el trabajo de dramaturgos, directores, actores, escenógrafos y gestores teatrales que trabajan con los medios a su alcance, día a día, ignorados por las instituciones y los medios de comunicación, en la incertidumbre de poder resucitar o crear un nuevo espectáculo, haciendo equilibrios constantemente con un presupuesto deficitario, solos con una compañía de la que no pueden desprenderse porque depende mucho de su fuerza...".
A menudo les oímos decir que existe una necesidad intrínseca de hacer lo que hacen, que siguen adelante a pesar de todo, con o sin gloria. Se afirman a sí mismos. Es en esta autoafirmación donde percibimos, no algo que decir, un simple contenido que verter, sino el deseo consciente o inconsciente de imponer una forma de ver duradera que, precisamente, no puede decirse de golpe sin parecer un poco delgado.

Contra todo sentido común, Se obstinan en mostrar lo que hacen y saben hacer en escenarios oscuros, ante un público que ellos mismos han convocado, durante periodos que a veces no superan los tres días. En estas condiciones, ¿qué sentido tiene luchar, mostrar lo que no se ve? A menos que les creamos modestos y resignados, que no lo son, sólo capaces de preparar las fiestas de fin de año y, por tanto, sin ambición y, sobre todo, sin grandes pretensiones, es difícil entender cómo no se dejan desanimar por la falta de interés (por no decir desprecio) que demuestran por una aventura tanto más peligrosa cuanto que a menudo no tienen detrás ningún apoyo logístico para llevarla a cabo. Decir que tienen talento no significa nada; decir que son valientes es evidente. Comparables a los autores y directores de los grandes teatros nacionales y privados, lo único que necesitan es existir.

Fabien Arca, Carlotta Clerici, Harold David, David Noir, Nathalie Saugeon, Adrien De Van: estos autores y directores, aunque muy diferentes en sus orientaciones, tienen al menos una cosa en común: consiguen demostrar un gran rigor y coherencia con los medios limitados de que disponen. Este tipo de economía, este "minimalismo de los medios", caracteriza a su vez a un teatro que, lejos de pretender ocultar sus miserias o hacer alarde de ellas para quejarse, se sirve de su pobreza material, oportuna y positivamente, para llegar al meollo de la cuestión, para sacar a la luz elementos irreductiblemente teatrales.
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La última creación de David Noir, "La historia de Les Justesheredero legítimo del anterior, "Los puritanosen comparación con su clon en el Théâtre de la Colline ("Asservissement sexuel volontaire" de Pascal Rambert), al menos no tiene que rendir cuentas a nadie:
Se alimenta de sus propias fantasías y formula sus críticas por su cuenta sin esperar nada de la institución, el reconocimiento social o los efectos de la moda. La autosuficiencia resultante le asemeja a una de esas estrellas errantes que atraen a todo lo que se cruza en su camino: un público exigente que comparte con el autor y sus actores referencias comunes extraídas de la cultura popular de su infancia (cómics, manga, telenovelas y programas de televisión, juguetes...), un público que también participa en las mismas luchas ideológicas dirigidas contra el "todo es intercambiable" del mundo excesivamente liberal. El teatro de David Noir, que constituye una sociedad en sí misma que sólo necesita de sí misma para existir, es la aplicación extrema del principio de economía.
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En cuanto a David Noir, al proyectar su propia persona (su imaginación y sus ideas) sobre su público, colectiviza la práctica del espectáculo.
Si existe el "teatro pobre", esta pobreza es la garantía de su renovación.

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

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