Estudiante de LE FIGARO
MARTES 23 DE MAYO DE 2000 (Nº 17 349)
EL LAVADERO MODERNO Los puritanos
David Noir lava más blanco
Hay un lugar en París donde esta vieja cosa llamada teatro todavía es capaz de vida, de peligro, de sudor y violencia, de magnífica indelicadeza. No conozco a David Noir. No sé su edad ni su pasado, pero si alguna vez tiene la tentación de desviarse hacia el Lavoir Moderne, se encontrará con este enfant terrible y su extraña troupe. No estamos seguros. Perdimos el dossier de prensa en el vértigo de la aventura. Lo único que recordamos es que las hadas "Es austera y rigurosa. Llega antes de que te vayas a dormir y te recompensa al día siguiente, pero nunca lo que tú quieras, no se acuesta, no puedes comerlo ni beberlo; tampoco puedes matarlo. En otras palabras, es inútil,
Hasta aquí el texto. Y de nuevo con Noir al micrófono: párpados bajos y el fraseo de un Gainsbourg dado a la oscura belleza de un rostro inverosímil. El nombre de la empresa es: La vida es corta. Razón de más para pasar al siguiente nivel.
Del lado de la rebeldía perpetua, la indecencia y el pudor al bajarse los pantalones, Sí, la chanson de variété es una canción aún más triste que las demás; sí, detrás de la americana hay cuerpos que se llenan en oscuros sótanos. Y ahí lo tienen. Los puritanos son la mejor patada que podrías darle a la versión teatral Télérama.
Más que una obra de teatro, es una juerga fenomenal, una granada sacada de su cuenca, una audacia sin límites, un dedo lírico alzado con orgullo contra el orden de las cosas.
Es imposible olvidar a estos actores, todos ellos impresionantes de corazón y de cuerpo, lanzándose de cabeza a esta obra de adolescencia en permanente desequilibrio. Es imposible no vender tu alma al diablo para ver un día a Sonia Codhant, la única actriz de esta compañía, y cualquier lugar lo hará.
David Noir es un brillante atracador de bancos y sus cómplices son príncipes por seguirle en este sucio negocio. Y si de verdad quieres saberlo todo, no hay amor, ni hadas y menos aún libertad. Sólo los puritanos que somos, atrapados en el escenario para un último retablo.
Uno de ellos está llorando.
Y del caos surge la belleza.
Nicolas Rey