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Mi raya o mi mantarraya, según las necesidades del momento © David Noir

Diario de los Parques D-45

Tengo una exigencia que sólo se puede cumplir: que se creen y promuevan objetos artísticos en forma de escena, cine, sonido y literatura... tal y como yo los concibo y entiendo.

Todo lo demás me resulta, en el mejor de los casos, indiferente y, en el peor, me irrita si va en contra de mi trabajo, me retrasa, me perjudica o me hace perder el tiempo.

Lo único que queda por hacer es encajar las relaciones humanas en los intersticios; hoy, la mayor parte de los papeles de los cigarrillos se han colado entre mis bloques de mármol.

En estos periodos definitivamente no tengo paciencia con el narcisismo de otras personas.

Para utilizar una expresión de la época, estoy en modo guerrero. Así que hoy hay poco que decir o comunicar. Uno de esos raros días, excepcionales para mí, en los que no tengo más obligaciones ni citas que las que organizo con mi propio trabajo. Como único trabajador de mi gigantesca obra, me encuentro solo al pie de mi pirámide, que sigue camuflada entre numerosos andamios.

¿Saben acaso lo que es trabajar para la mayoría de las personas con las que trato a diario? Tengo la impresión de que no. No en mi opinión; no donde lo escucho.

Estoy haciendo malabares con mis míseros presupuestos, casi ficticios; lo que pienso hacer en dos horas me lleva dos días; sólo tengo dos brazos a mi disposición. Como siempre, nada estará listo del todo. De hecho, todo estará listo, como siempre, pero a costa de tantas lágrimas, de un esfuerzo tan definitivo, que el proyecto emergente no será al principio más que el grito eructante de mis últimas fuerzas en juego. ¿Cómo no va a haber una brecha semejante con los otros, cuyo pavoneo como aves imbéciles me hará sentir ciego a mi tiempo, que fluye en fina arena gris, pisoteado bajo sus pies con garras que arañan grotescamente el suelo?

La exigencia hace de toda su vida una cruzada solitaria, pero al mismo tiempo le regala espacios y tiempos salpicados de sublimes alegrías.

La exigencia es una droga que inculcamos a diario en todos nuestros orificios y por acción capilar, bajo la piel de nuestras sienes palpitantes, al cruzarnos en el espejo. A veces, nos acompañan personas que pasan y entienden. Estos se instalan por un día o diez años; otros pocos acampan a su alrededor de por vida. Estos últimos son machos o hembras acompañantes, cachorros solitarios, cervatillos de paso que se buscan a sí mismos o cerdos viejos que andan por ahí en busca de algo de comida. El árido y magnífico desierto del espíritu de la creación nos conecta, a distancia y sin palabras. El resto de la humanidad, pues, sólo está formada por marionetas que se agitan en su malestar.

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Patrick Speck

    Qué hermosa descripción del Artista solitario (vínculo consustancial entre el Arte y la Soledad) trabajando, así trabajando, y, de hecho, guerreando contra los elementos por un lado y contra la inmovilidad por otro. Es precisamente de esta inercia de la mayoría, y de esta imposibilidad de encajar en el molde, de donde salen las alas creativas para un vuelo hacia las alturas coloreadas y así escapar del abismo del consenso universal.

    1. David Noir

      Gracias. Sí, hay que batir las alas y ser más un colibrí que un águila real, al menos para negociar la salida del abismo, lo que requiere un buen corazoncito, y ojalá se mantenga 😉

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