Sigo con mis "cartuchos", que empecé anoche.

Planeados desde el principio del proyecto, estos "cartuchos" se utilizan, no en el sentido de munición (aunque cabría preguntarse), sino en el de los marcos con esquinas redondeadas que rodean los nombres de los faraones en las inscripciones antiguas. Una forma de destacar el concepto de una frase que me parece especialmente poética. Hace unos años, empecé dibujando formas similares en cuyo interior inscribía palabras. También las recorté de materiales rígidos y acabé con signos sencillos que llevaban frases mías, conservando sólo el nombre y abandonando la forma ilustrativa de la inspiración original. La función es sin embargo la misma, y como este diario dentro del blog está dedicado a las etapas de la creación de los Parques de atracción que me quedan hasta el gran día, lo menciono aquí porque me gustaría mostrar cómo hay, aparte de la aparente aparatosidad de la imaginería en mis espectáculos, una preocupación por una transposición espacial de la escritura. Las palabras salen de las bocas, por supuesto, pero también se leen en las paredes, se oyen como el eco de voces distintas a las de los actores, gracias a la participación del público, y llaman la atención como señales de tráfico colgadas en las fábricas. La idea es arponear constantemente el cerebro con un decorado de significados, en todos los sentidos. Es una forma de masajear la mente, de ablandar los córtex desconocidos para prepararlos y hacerlos sensibles a mi propia poesía, puramente escénica y compuesta de todos los elementos en su sitio. Resaltar aforismos y eslóganes sintéticos de mi cabeza es como crear publicidad en mis paredes; invitar a los transeúntes a dejar sus baúles, observar y, por qué no, rondar o juguetear un rato en esta "Segunda Vida" que están ayudando a crear.

Cautivado por la vida salvaje y la naturaleza desde la infancia, creo que tengo un deseo inherente de fomentar que las poblaciones se aclimaten y reproduzcan dentro de los límites de mi reserva.