Más que nunca, la desnudez no es suficiente

No importa si está ahí o no. Tanto como el disfrute y el sexo, es una acción de retaguardia para que sea un tema hoy en día porque está de moda de la misma manera que los consejos de maquillaje en la web para sentirse bonita.

Desvestirse o no, follar o no, amigo mío; ¿qué importa, qué consecuencias tiene? La desnudez es cierta en esencia desde la primera infancia; precisamente para recuperar el beneficio de la misma, es necesario hacerla propia y dejar de hablar de ella como un acontecimiento. No es el descubrimiento de su fuerza en sí mismo lo que basta para convertirlo en un punto.

De 1998 a 2004, cuando la Cie La vida es corta La ofensiva al desnudo ante el público me pareció el único detonante posible para intentar trasladar a otra cosa este viejo cacharro, atrozmente tenso bajo un falso aire de complicidad o de reflexión estamental, que era el teatro. Yo fui, si no un precursor, al menos un visionario en la materia; no me avergüenza decirlo. La falsa modestia no me hace ningún bien.

El humor de salón y la tragedia de cartón seguían siendo el condimento del bon ton intelectual que hacía desmayar a locas, viejas y periodistas serios. La prueba está en que, como a veces voy a los cines, esto apenas ha cambiado.

Hay quienes hoy piensan que es glorioso hacer estallar bombas y su propia existencia desgraciada con ellas, para golpearnos a nosotros y a otros, sus supuestos enemigos, en la carne y destruir la momentánea y débil alegría de estar vivo. Sean cuales sean sus agravios contra nosotros, o mejor dicho, contra la historia y nuestros gobernantes, tienen sus razones, pero también se equivocan. Es un error pensar que los mártires se producen en masa. Es un error creer que el poder moderno se adquiere con las armas. ¿Qué es lo que creen? Yo también exploto, sólo que destruir lo vivo simplemente para destruirlo es una respuesta de impotencia a la impotencia. Aliviarse de una tensión mientras se hace venir masturbándose y pensar que eso cambia el mundo es equivocarse. La diferencia es que cuando nos masturbamos no es en nombre de una ideología. Pulsos contra pulsos, puede durar mucho tiempo, eso es seguro.

Por supuesto, no son los únicos que contribuyen de una manera más o menos viciosa a los asesinatos en masa; no es necesario enumerar aquí todas las categorías sociales y profesionales que hacen de este mundo lo que es, demente y abyecto en muchos sentidos, por ir a trabajar todos los días. Quien es diseñador publicitario, quien es empresa publicitaria, quien es productor de televisión, quien es político, quien es empresa de mierda, quien es financiero turbio, quien es trabajador modesto, quien es trabajador voluntario, quien es pequeño comerciante, quien es gran ahorrador, quien es ser humano... Todos ellos son culpables de diversos grados de bajeza que añaden su cuota de tristes consecuencias a la masa de turpitudes de las sociedades humanas.

Y los artistas y creadores de arte no se quedan al margen

La nulidad enfática-narcisista presume de sensibilidad. A veces necesitamos respuestas al contexto en el que vivimos, aquí y ahora. Y las respuestas dadas por el arte y los artistas me parecen aún más endebles, más fuera de lugar que todas las demás. ¡Qué impotencia! ¡Qué miseria!

Todo lo que quiero es comer y mantener un techo sobre mi cabeza, de lo contrario no haría nada, nada visible, porque no tengo capacidad para hacer nada que valga la pena a mis ojos, para responder de forma tangible al temblor diario del mundo. Sólo mantenerse lo mejor posible y mirar a su alrededor me parece posible. Por eso, porque lo propongo, pagarás si quieres formar parte de él, según lo que consideres que debes y no menos. Pero no me quedaré atrás para darles gato por liebre, para halagar sus convicciones y sus capacidades potenciales. Se acabó la pedagogía.

Porque estoy cansado de no poder jugar a este juego inepto, y todo es para bien, para creer en cualquiera de sus cualidades, desde el comercio a la comunicación, desde la jerarquía a la revuelta, desde la belleza al arte...

No habrá nada que planificar ni nada que hacer. Lo único que tienes que hacer es estar ahí, mirarte a ti mismo e intentar aportar algo diferente y necesario para ti. Deja de hacerte el listo para sentirte bien a los ojos de los demás, porque eso es precisamente jugar al juego del Maligno. Eventualmente decir, reír, gritar porque somos buenos en eso. Quiero héroes que no hayan guardado su alma en el bolsillo trasero de sus vaqueros, doblada como una gorra para sacarla en caso de buen tiempo.

Ahora no tengo nada más que trabajar que intentar ser fiel a mis propias normas. Más que antes, si es que alguna vez lo intenté.

No es muy razonable, parece, cuando no eres lo suficientemente astuto e ingenioso para sobrevivir. Yo también, camarada, tengo miedo, pero sólo quiero mirar a la cara y seguir, con los oídos abiertos, el sonido de esa pequeña voz que me susurra: Ssoy yo, soy la verdad de la realidad. No la fantasía televisiva.

El resto es mediocridad o locura y sólo conduce a un caos sin encanto. Un caos que es el más indiferente al mundo que, por estupidez, codicia y gusto por la desgracia, lo hizo nacer. Pero, después de todo, ¿no es eso lo que quería el romanticismo? La literatura se detiene en los límites de lo vivo, al igual que el arte en su conjunto. Brazos demasiado cortos. La época actual es una bonita respuesta a los que piensan que Sade era un monstruo o que los videojuegos son malos. El acto de crear nunca será el acto de vivir, y sin embargo... eso es lo que deberías poder hacer sin que nadie te detenga. Demasiados comportamientos formales obstaculizan el camino del pensamiento. Debemos vivir por lo que sabemos de nosotros mismos y no por lo que creemos de los demás. Continuará... en la vida real.

Si quieres ver y formar parte de ello, ven con tu maquillaje para disfrazar tu miedo, tus deseos, tu inteligencia y lo que quieras, veremos lo que podemos hacer con él, pero paga antes tu entrada.

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