Quiero seguir siendo un extraño
Las contorsiones para conseguir la aceptación acaban rompiendo su columna vertebral. El arte no hace profesión de tener una columna vertebral flexible. Yo tampoco.
Degenerar en paz (bis)
No me importa la vida emocional y social de mis contemporáneos.
Ya sean vivos o muertos, mujeres u hombres, desconocidos o famosos, niños o ancianos, del otro lado del mundo o del edificio de al lado, me da igual.
Lo único que me importa es lo que todavía pueden ofrecer que sea generosamente singular, relevante e inventivo, desde su misterio enterrado que me hace eco desde la parte posterior de su cabeza.
No se trata de llevarse bien con quien no quiere, ni de "hacer sociedad", ¡puaj!
Se trata de ganarse su supuesto poder cerebral como individuo evolucionado. Trabajar, pensar, cuestionar y, si es posible, ir un poco más allá.
Hay que pagar un precio por ser humano: no sólo por serlo.
La autosuficiencia sólo aporta una buena dosis de autocomplacencia.
A pesar de ello, el autoconformismo es necesario y su satisfacción posible a condición de que exista una cierta conciencia de la mediocridad de los esfuerzos que uno hace para crecer; a veces incluso para crecer uno mismo.
A mitad de camino, la práctica del escenario propone un posible amor a lo humano tal y como es; demasiado humano. Pero la práctica sola. En la forma debida y sujeta a la exigencia última de dar el paso de mostrar la intimidad, de estallar en pleno vuelo bajo la mirada atónita.
Las contorsiones para conseguir la aceptación acaban rompiendo su columna vertebral. El arte no hace profesión de tener una columna vertebral flexible. Yo tampoco.
Se busca la paz mediante la violencia de las palabras. Aquí, el texto "Quiero seguir siendo un extraño" está disponible para su lectura gratuita.