Mis noches en el refugio
Yo, paso mis noches en el refugio. De todo. Protegido de ti, a pesar de tu suave y melodiosa voz tan preocupada por la radio, higiénico y preocupado.
romper
Yo, paso mis noches en el refugio. De todo. Protegido de ti, a pesar de tu suave y melodiosa voz tan preocupada por la radio, higiénico y preocupado.
Detrás de los ordenadores, las letras parecen absolutas. ¡Qué hermoso anonimato para no enfrentarse a uno mismo!
¿Por qué cuando entro en un teatro quiero salir? ¿Por qué cuando abro un libro al azar, no puedo esperar a cerrarlo?
Lo siento, ¡voy a pasar! ¡No tienes derecho a impedirme el paso! No tengo nada que reprocharme. Siempre he estado en orden con la administración. ¡Lo siento!
No se trata de hacer el amor, sino de la sexualidad. Ah tus valores, tus valores, ¡si pudieras ponerlos donde pienso por una vez!
Callar sería una forma decente de ahogar el pensamiento, que siempre será la expresión dolorosa de una orden que se da a sí mismo la propia burguesía mental.
Como dice Víctor sobre la araña y la ortiga -no el Dr. Frankenstein, sino su amigo el viejo Hugo-, amo el odio porque lo odiamos.
Mi gran capacidad de adaptación es una violencia absoluta para mí. Odio cualquier relación que me obligue a hacerlo. Raro es el que va como yo quiero.
Los artistas, los verdaderos que tendrían algo que decir, odian al mundo y no le dicen nada, ¿verdad? Y es mucho mejor así, ¿no?
Cuando te escandalizas por algo que existe, es porque te has hecho una idea del mundo pero no sabes nada de él.