Amalgama de corazón y mente

"¿Quién soy yo?" es la pregunta más vana e insípida del mundo

Como tú, soy una amalgama y nada más; el agregado palimpsesto de todos nosotros y nada más.

Yo, como tú, no puedo elegir otra cosa, porque no hay elección.

Mi cerebro es un catálogo de recortes de prensa pasados por la batidora de surcos de vinilo rayados, de momentos fugaces de radio, de cuerpos vislumbrados en un rayo de luna.

No existe la condición de persona a los ojos del mundo porque el único criterio que rige la imbecilidad del mundo para aprehender al otro es: ¿Este "otro" está atrapado o no? ¿Es hombre o mujer? ¿Es de la raza sumisa o no?

¿Quién de nosotros se someterá?

Estoy hecho de personajes tontos y entrañables como los que se ven en el teatro o en la televisión. No soy real. Como tú, soy un collage de fantasías de resultados improbables y vidas cotidianas imposibles.

Nos alegramos cuando las estrellas mueren. Al menos los dioses no lo hacen mejor que nosotros. Eso siempre es algo que añadir a la masa de nuestras gloriosamente mediocres vidas. Amalgama de formaciones políticas, amalgama de minorías étnicas, amalgama de dentistas empastando dientes huecos; en contraste con los tiempos, soy partidario de la amalgama, de géneros, de especies, de nuestras ideas más monstruosas fusionadas con nuestros preceptos más empapados de virtud.

Hay un sistema. Nadie sabe cuándo terminará.

Un sistema en el que todo se mezcla pero nada se mezcla. Un sistema que equipara la reproducción con la mujer, la discapacidad con la infancia, la debilidad con la homosexualidad. Un sistema que rogamos que el arte y las artes reproduzcan lo más posible a través de cómodas narrativas, tanto amamos la jerarquía de género.

Para que la creación se parezca a lo que siempre ha sido, para que nada sea cambiado por nosotros, para que la transmisión continúe, para que el conformismo sea superado, para que la inercia arraigue.

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