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La caída del mono desnudo | El actor primitivo descuidado por la cultura oficial del Estado (¡splash!) | Autorretrato © David Noir

Cultura de Estado: escenas nacionales y solución final

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Daños colaterales del Estado del bienestar a la creación artística

El Estado en el teatro de operaciones culturales

Cuando creas en un espacio nacional, no te encuentras con el público, te encuentras con el Estado

En este caso nos acoge el Estado. El público y los artistas juntos. Como en casa, es el Estado el que recibe, el que dicta los límites y las normas de corrección. En este contexto sólo puede haber arte oficial. Ningún artista puede librarse de ella. Primero tendría que degradar y destruir este lugar de acogida para que dejara de ser reconocido como parte del Estado.

Ningún Estado democrático puede tener la capacidad que reclama: dar libertad a sus huéspedes. No puede ofrecer realmente lo que debe dominar.

Sólo puede hacer pagar caro a los que toman esta libertad no ofrecida; a los que cometen el error de tomarla. La trampa artística es querer ser libre en un escenario estatal. El condicionamiento mutuo entre artistas, administración y público es demasiado fuerte. La consigna viene de muy arriba:

"No te desbordes. Iluminar, conocer, transformar, hacer soñar, pensar, pero también jugar dentro de nuestros marcos".

En consecuencia, todos los espectáculos que pretenden mostrar un imaginario de libertad en estos espacios quedan mal y degradados. A menudo logran sus objetivos estéticos -el lujo de medios obliga- y sus ambiciones reflexivas, incluso pedagógicas, pero fallan fatalmente en sus objetivos artísticos: sorprender a su mundo, despertar el espíritu de los hombres por el choque de lo incongruente, por el aire fresco que hace posible la sacudida de cualquier fundamento.

Fuera de peligro

Sea lo que sea lo que se propongan hacer, todo estará dicho de antemano. No hay sorpresas fuera del escenario, es decir, no se crea un espacio mental persistente, útil y pragmático en la mente del espectador. Nada que le ofrezca los medios para gritar el grito que es necesario y que siente enterrado en lo más profundo de su ser.

La convención cultural dobla la del teatro con un blindaje sedoso, como la segunda piel de una central atómica, cuyas alabanzas cantaría todo el mundo. Así pues, ninguna catástrofe necesaria, ningún Chernóbil indispensable es posible sin la destrucción de estos muros. No las muchas paredes falsas, decorados de pared que un teatro ofrece para ver. Ningún edificio, aparte de los refugios atómicos o las prisiones, parece tener más envolventes múltiples que los teatros. Cuando hablo de derrumbe, me refiero a sus muros reales que no deben estar completamente derrumbados, sino parcialmente perforados; taladrados para dejar un paso de entrada como resultado de un bombardeo, un agujero de obús.

Los teatros se parecían demasiado a las entradas y frontispicios de los templos. Una evidente confusión de poderes, una religión artística nacional oficialmente no oficial. Sería bueno separar el Teatro del Estado para conseguir una creación "laica".

Espectadores militantes de la cultura de Estado

Como resultado, el público no puede resistirse a revelarse malo; poco independiente; crítico y posero. Estas son las hazañas del abonado adorado. También compone el espectáculo y, por tanto, no escapa a las leyes del decoro. La palabra es importante porque el decoro abarca las reglas de conducta social, establecidas por la norma, a su vez instituida por el sentimiento del bien común corroborado por el Estado.

Nunca debemos olvidar que el papel del Estado nunca ha sido asumir riesgos. Al contrario, está ahí para protegernos de ellos.

Por lo tanto, es importante distinguir claramente entre la cortesía, que es una elección de comportamiento del individuo y que éste puede llevar hasta el refinamiento, y la corrección, que es el producto de leyes que tienden al lado de la mayoría.

Paternalismo, escenas nacionales y solución final

Por supuesto, en estos tiempos de sutil autoencarcelamiento, las virtudes de un requisito reservado s en cuanto a una vida plena y vibrante, se venden como un parche, una elección mediada y controlada que todo el mundo debe comprender y aceptar. Debemos vivir en armonía. No debemos pelear ni reñir. Una nación es una familia y debe haber buen entendimiento en beneficio del famoso bien común, la flor y nata de todos los poderes autoritarios.

Razonables serán, pues, las locas y desenfrenadas creaciones una vez se lancen al ruedo nacional. Bellas construcciones poéticas, bellas e inteligentes palabras, pero que no podemos creer que sean peligrosas. Ninguna emoción de la realidad. Los más listos -los que tienen menos infancia- saldrán de ella para producir un trabajo perseverante que dará la ilusión de un pensamiento investigado y poderoso.

Ambiciones artísticas limitadas, futuro profesional garantizado.

La caída del mono desnudo | L'Actor primitivo negligentemente precipitado por la cultura oficial del L'Estado (¡splash!) | Autorretrato © David Noir
La caída del mono desnudo | El actor primitivo descuidado por la cultura oficial del Estado (¡splash!) | Autorretrato © David Noir

David Noir

David Noir, intérprete, actor, autor, director, cantante, artista visual, realizador de vídeo, diseñador de sonido, profesor... lleva su desnudez polimorfa y su infancia disfrazada bajo los ojos y oídos de cualquiera que quiera ver y oír.

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